Periodismo funeral


Hoy muchos periodistas nos hemos sumado a la protesta en el día de la libertad de expresión. Era extraño vernos como protagonistas en lugar de testigos y, claro, a más de uno la pancarta le quedaba extraña, sobre todo a algunos dinosaurios como José María García o Iñaki Gabilondo, quienes exprimieron la última etapa de los grandes sueldos y la fama de los comunicadores de la prensa de masas.

Cuando las presidentas de la FAPE y de la APM, empezaron a leer las proclamas, me inundó la tristeza del que asiste a un funeral. Miré a mi amiga la experiodista de Público Paula Corroto y a otra compañera freelance de la prensa gastronómica (porque antes que estúpidos gourmets somos PERIODISTAS), Raquelíquida y me sentí optimista. El viejo periodismo muere, agoniza, pero algo nuevo está surgiendo y tendremos que rentabilizarlo.

Alguien tiene que comunicar y alguien tiene que contrastar lo que comunica y alguien tiene que dar contenidos con los que llenar las redes sociales (y no el aburrido márketing que ya no tragan ni los niños de cinco años). Y ese alguien es el periodista, que, probablemente, en unos años se llamará de otra manera (Hasta el siglo XIX los periodistas se llamaban diaristas).

Y para llegar a reinventarnos, habrá que prestigiarnos y, hoy por hoy, aunque el capitalismo es funeral también, la única manera es cobrando como profesionales y pagando como lectores. Y si no, va a tocar seguir tragando con lo que el sistema quiere: ruedas de prensa sin preguntas (pues para qué ir?), contenidos preelaborados (pues para qué escribir?) y sueldos míseros (para qué seguir trabajando entonces si no sale a cuenta?). Y el que crea que el Periodismo es vocación, tendrá que recordar que es una profesión.

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