«Soñarnos», los recuerdos de adolescencia en el I.E.S. Lucas Martín Espino (Icod de los Vinos)

«Soñarnos», los recuerdos de adolescencia en el I.E.S. Lucas Martín Espino (Icod de los Vinos)


Con motivo del 50 aniversario del IES Lucas Martín Espino de Icod de los Vinos (S/C de Tenerife), donde estudié en los años 90s del siglo XX, me pidieron una colaboración. Este es el artículo completo, que también se puede leer en la web de la revista.

Soñarnos 

Por Yanet Acosta

En mi adolescencia, en un pueblo del norte de una isla al sur de un país del sur de Europa —Icod de los Vinos—, me soñé como escritora y periodista.  El sueño se hubiera quedado en olvido o frustración sin la confianza de quienes me rodeaban en aquellos lejanos años 90 del siglo XX. Y no, no me refiero al padre o a la madre, a la hermana o a la prima (que poco o nada sabían de mis anhelos —la adolescencia también es reserva dependiendo para quién—), sino a algunos de mis profesores y compañeros del Instituto donde cursé la secundaria, el Lucas Martín Espino.

Todo empezó con El Lucas, una revista del alumnado en la que me recuerdo derrochando creatividad junto a quien en aquella época se soñó como el dibujante e ilustrador que es hoy, Felipe Lorenzo. 

Sus páginas llevaron mi primera entrevista, hecha a cuatro manos, junto con mi mejor amiga de entonces y de ahora Rosa Gutiérrez, a uno de los grandes poetas de nuestro archipiélago, Manuel Padorno.

Nos habló —y era la primera vez que experimentaba tal cosa— de tú a tú, sin paternalismo y con mucha conciencia de lo que creía que los de su edad deberían facilitar a los de la nuestra. ¡Vaya subidón! Tampoco puedo olvidar a su “compañera” —así la llamó—, Josefina,  con su pelo corto blanco —¡sin teñir!— joven, activa. ¡Editora! Por entonces nadie nos habló de los versos del gran poeta palmero —también adolescente— Félix Francisco Casanova, pero en nosotras nació la poesía como costumbre. Nos acompañaba en forma de cadáver exquisito en las mesas de la antigua “Media naranja” con sofá aterciopelado, en los bancos de la plaza, en las tardes de mar y lluvia.

Además, mis compañeros despertaron en mí el gusto por el teatro. Eva Hernández —amiga del alma de entonces y ahora— y, sobre todo, mi primer lector entonces y ahora y quien en aquel momento se soñó como el actor que es hoy, Antonio Conejo. Y empezaron las representaciones. Yo, como apuntadora, en la adaptación del texto, en la selección de la obra, en ayudar con lo que hiciera falta —menos actuar, que nunca fue lo mío—. Tanta pasión nos vio uno de nuestros profesores —curiosamente el de Matemáticas— que él mismo intercedió por nosotros en el Casino de Icod para que nos dejara ensayar en sus instalaciones. Y gracias a Antonio Acevedo —fallecido hace poco y a quien siempre recordamos por este gesto— allí estrenamos Noviembre y un poco de yerba de Antonio Gala. ¡Llenamos la sala! De familia, amigos, de gente, de público.

Fue una época de descubrimientos. También en las aulas. 

En Literatura nos presentaron a Edgar Allan Poe —creador de Dupin, el emblema de la novela negra— y escribí un primer relato buscando emular esa tensión narrativa que atrapa al que lee y al que escribe.

Descubrimos la Filosofía y el fascinante camino del pensamiento. Y algo más: nos dimos cuenta de que podíamos estudiar de otra manera. Varios alumnos le propusimos a Celsa, nuestra profesora, acercarnos a cada corriente filosófica trabajando en grupo y mostrando al final de la semana con una exposición creativa lo que más nos había impresionado. Representaciones teatrales, títeres, música, performances y dibujos condensaron una materia que casi ninguno de nosotros ha olvidado. No lo sabíamos, pero nos adelantábamos a nuestra época. Hoy es la pedagogía alternativa por la que muchos centros en todo el país apuestan.

La Historia también dejó de ser “el tocho para estudiar de memoria” a la comprensión del presente a través del pasado. Nuestra profesora, Inmaculada Villalba podía hablar en sus clases de “los blancos” rusos o del recién creado partido llamado Coalición Canaria.

Fue Inma, de hecho, quien, al saber que quería estudiar Periodismo, me dio un contacto en la ya desaparecida Gaceta de Canarias. En su redacción escribí mi primera noticia: la creación de la Denominación de Origen Ycoden Daute Isora. 

Algunos años más tarde me especialicé en el periodismo agroalimentario y gastronómico. He entrevistado a muchas personas —aprendiendo de todas— y he escrito noticias y reportajes por España y por el mundo. Me doctoré en Historia de la Comunicación Social y doy clases de Historia del Periodismo en la Universidad intentando trabajar en equipo y buscando las claves que nos explican el ahora y anticiparnos al futuro analizando el pasado. 

He publicado tres novelas negras —crítica social— y un libro de relatos. 

Y me sigo soñando, porque la adolescencia no es solo una época de la vida, sino un estado mental al que regresar una y otra vez en forma de asombro, búsqueda, pasión, ilusión y, también, de rabia y decepción.  

Motores todos para cambiar el mundo. 

Soñarnos.