Ryszard Kapuscinski es ya un clásico del Periodismo. Viajes con Herodoto se publicó en 2006, un año antes de su muerte. En él reflexiona acerca de sí mismo, de su vida como profesional del periodismo y de lo que le rodea tomando como inspiración este clásico griego que también hizo memoria de su época.

«Sin la memoria no se puede vivir, ella eleva al hombre por encima del mundo animal, constituye la forma de su alma y, al mismo tiempo, es tan engañosa, tan inasible, tan traicionera. Esta es la causa de que el hombre se muestre tan inseguro de sí mismo».

El periodista polaco homenajea al primer historiador, del que dice que escribió el primer gran reportaje de la literatura universal y cuyo legado es tan contemporáneo como el suyo propio.

Kapuscinski explica que:

«Herodoto no condena la otredad, trata de conocerla, comprenderla y describirla».

Y esa es la recomendación universal para todo periodista. Por ello, Kapuscinski critica que apenas se entierran los muertos de una guerra o se retiran los coches quemados de un atentado, los corresponsales y reporteros recogen sus bártulos, sin llegar más allá.

Por ello, propone hablar con la gente, observar sus rostros y comportamientos, escrutar el lugar y leer. Todo con el fin de intentar comprender.

«La curiosidad por el mundo. El deseo de estar allí, ver todo aquello a cualquier precio y vivirlo en carne propia. Se trata en el fondo de una pasión no muy frecuente».

Cierto. No es nada frecuente encontrar esta pasión y curiosidad ni esta ansia de conocer, comprender y describir, que para mí son claves en un buen periodista. Y quien se mete en ello también es consciente de la primera gran norma de funcionamiento de la Humanidad: No hay venganza peor que la de una humillación. Aquí está el origen de grandes guerras con miles de muertos, pero también, el de muchos asesinatos aún sin resolver.