Los forzados de la carretera: periodistas para contar historias


Acabo de leer Los forzados de la carretera, una recopilación de crónicas del Tour de Francia escritas por el periodista Albert Londres en 1924 para el periódico Le Petit Parisien.

El Tour de Francia comenzó en 1903 como una campaña publicitaria para vender periódicos de la mano de Henri Desgrange y su periódico L’Auto (después llamado L’Équipe), en un momento en el que ser corredor no estaba bien considerado. Hasta tal punto era así que muchos de los 60 ciclistas que participaron en esa primera carrera lo hicieron bajo pseudónimo.

Al año siguiente, el Tour fue tomando popularidad, pero en los años 20 se convirtió en un acontecimiento que la gente esperaba. Y esto fue gracias a las crónicas en la prensa de los periodistas y, sobre todo, de Albert Londres.

Londres fue corresponsal de guerra durante la I Guerra Mundial y fue el primer  periodista de  investigación en Francia y uno de los mejores en contar historias a través de sus crónicas.

Los forzados de la carretera recoge doce escritos y va más allá del documento histórico para los aficionados al ciclismo. Es un aliciente para el trabajo periodístico.

Londres cuenta de forma vibrante lo que ocurre en cada una de las etapas. Convierte una noticia en un relato apasionante, con la maestría no sólo de quien escribe bien, sino de quien se lo trabaja: preguntando, contrastando, hablando con los protagonistas, con quienes ven la vuelta y yendo de un lugar a otro en su Renault para saber qué ocurre de verdad.

Un ejemplo lo confirma su crónica sobre la tercera etapa. Cuando el pelotón llegaba a Granville, el periodista se dio cuenta de que en él no se encontraban los hermanos Péllisier. Preguntó y le dijeron que habían abandonado. Pero no se quedó con esto. Se metió en su coche de la época y regresó pueblo por pueblo en su busca. Hasta que, preguntando, los encontró tomando chocolate en el bar de la estación de tren. Regresaban a casa, pero antes, Londres les preguntó por qué y allí encontró una de las historias que sólo un periodista puede contar.

Henri Péllisier se había puesto dos maillots en la etapa del día anterior para combatir el frío de la madrugada. Cuando comenzó a tener calor, se quitó uno y lo arrojó a la carretera. En el Tour lo penalizaron, porque los ciclistas tenían que llegar a meta con todo lo que llevaran a la salida.

Al día siguiente, un comisario del Tour levantó el maillot a Péllisier para cerciorarse de que sólo llevara uno. El ciclista se cabreó, no sólo por ese reglamento estúpido, sino por todo lo demás. Y se lo contó a Londres y el periodista lo escribió:

“El Tour de Francia es un calvario. Sufrimos desde la salida hasta la meta. ¿Quiere ver cómo funcionamos? Mire…esto es cocaína para los ojos, esto cloroformo para las encías (…), pomada para calentarme las rodillas, y píldoras (…). Usted no nos ha visto en el baño en la meta. Pague por el espectáculo. Sin el barro estamos blancos como sudarios, la diarrea nos vacía, perdemos el conocimiento en el agua”.

En esa época, las etapas superaban las 14 horas y para aguantar se usaba de todo. De hecho, los controles antidopaje no se introdujeron hasta el fallecimiento de un ciclista en el Tour de 1967.

El periodista se implicó, escribió la historia y se mojó:

“Los Péllisier no sólo tienen piernas, también una cabeza y en esta cabeza, juicio”.

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